30
juillet
2011

La postura en el Tai chi chuan

La postura en el Tai chi chuan

La construcción postural es un tiempo fundamental del  aprendizaje y la práctica del Tai chi chuan.

Buscar la postura justa es, ante todo, una práctica que nos coloca en nuestro sitio y hace que nos sostengamos en pie.

Práctica exigente para reunir en un mismo individuo alineación  corporal y elasticidad, fuerza y suavidad, enderezamiento y relajamiento, estabilidad y disponibilidad.

Es una inversión preciosa para abordar lo cotidiano del cuerpo, del gesto y del movimiento.

La perseverancia es necesaria, pero la proeza es a menudo tóxica. Cuanto más se busca dentro del registro natural, sin perder la exigencia de los puntos de referencia, más se aproxima uno a una validez todo-terreno.

Con el tiempo, la conciencia postural se vuelve un estado de espíritu, una postura existencial.

El cuerpo es el lugar donde vivo y desde donde hablo, fiador de mi autonomía.

Se gana en sencillez y en autenticidad cuidando de no separarse de la referencia a la experiencia personal.

Dentro de la práctica de las Formas, que sólo constituyen la parte más popular de la disciplina, parece erróneo, sin embargo, sujetarse a las posturas, como si la coreografía fuera una secuencia de fotos con etiquetas: “la grulla blanca, la serpiente que repta, las 7 estrellas…” ; trampas de la traducción y de la recepción, en los primeros tiempos, que tienden a permanecer y a ser repetidas con ganas, sin cuestionarlas. La palabra sustituyendo el concepto. ¿Sin lugar a dudas?

Se dice de la Forma que gestos y movimientos fluyen como las aguas del río, que las 8 « técnicas » sólo son transformaciones de energía que, efectivamente, se aprovecha de las continuas mutaciones yin/yang.

A partir de entonces, no hay « congelación de imagen » y la coreografía vive de su fluidez y de su continuidad. No se detiene el fluir del río; en él  se ve una potencia profunda canalizada. Ésta se acumula, por el hecho de las olas y de los remolinos, para rodear o sumergir el obstáculo, pero no se detiene.

Sin embargo, no hay dos ríos iguales, ni dos instantes idénticos en la misma corriente.

Su vitalidad proviene sólo de la interpretación del actor, no de la repetición escolar de las posturas bien ejecutadas.

La mente puede leer en ella instantes, captar momentos, sentir en ella poses, pero disfruta con la pujanza continua y contenida, en la euforia del gesto bien llevado.

En el ejercicio « Tui Shou » a dos (empuje de manos, según la pobre traducción en uso), donde los movimientos y las variaciones son constantes, importa que los fundamentos posturales estén bien establecidos, pues la circulación de la energía depende, en gran medida, de la integración postural.

Los puntos de regencia formales que marcan la postura

-separación de los pies, adelantamiento de la rodilla, cadera hacia atrás (retroversión), apertura de los hombros, cabeza erguida…- son útiles para despertar el sentir de la energía y su movilización pero, en la « lucha » más libre, a menudo pierden su rigidez formal. Se transforman pero sin perder su coherencia energética. No es bueno estar « en mala postura ».

A la postura, se vuelve constantemente para mejorar la eficacia sin esfuerzo, la elegancia del gesto.

Es en el Qi Gong donde se cultiva la sensibilidad a la energía y es en su movilización que el ejercicio encuentra su pleno rendimiento.

En la aparente inmovilidad postural donde se « está posando » se juega con la activación de las tensiones contrastadas, de las fuerzas  concurrentes que agudizan lo percibido y lo sentido.

Donde no se ve nada, donde parece que nada pasa, la corriente pasa, efectivamente.

Colocarse, soltarse, adaptarse y, ¿por qué no?, descansar.

La postura bien entendida conjuga los efectos de la práctica del Tai chi chuan.

Jean-Luc Perot, Enero 2011

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